¿Qué había aquí antes de que llegaras?
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Una reflexión sobre los lugares, la memoria y la naturaleza que vive entre nosotros.
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Siéntate en un sofá.
En una oficina en California, en un loft en Berlín, en una sala de estar en algún lugar del mundo.
Mirar alrededor.
Pantallas, hormigón, vidrio, voces, aire acondicionado.
Todo parece natural.
Y luego hazte una pregunta sencilla:
¿Qué había aquí antes de que llegaras?
Antes la luz era de neón.
Antes se pulía el suelo, se alisaban las paredes y se filtraba el aire.
¿Quién vivió aquí?
¿Qué voces había aquí antes de que se inventara el lenguaje?
¿Qué patas tocaron el suelo primero?
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Construimos mundos sin preguntarnos sobre qué estamos construyendo.
Pero cada habitación lleva recuerdos, incluso si son invisibles.
Debajo de cada oficina hay un pedazo de desierto,
debajo de cada alfombra una sombra de tierra,
Debajo de cada sofá puede haber la huella de una pata olvidada hace mucho tiempo.
Y esa es exactamente la idea detrás de Brandhoek:
Para devolver a los animales a espacios que perdieron hace mucho tiempo.
No para poseerlos, sino para recordárnoslos.
Un animal en un sofá no es una contradicción surrealista.
Es una verdad silenciosa:
Esa naturaleza no ha desaparecido.
Ella simplemente nos está mirando desde otro momento.
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Quizás esto es lo que sucede cuando miras un cuadro de Brandhoek:
Te sientas en el ahora y de repente sientes lo que vino antes.
Ves el animal y, al mismo tiempo, el lugar donde una vez habitó.
Un trozo de hierba bajo un cristal.
Un aliento que permanece.
La naturaleza no ha desaparecido.
Ella es paciente.
Ella espera.
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